Martes, 21 Julio 2015 13:42

De “imbéciles” y “tontos del pueblo”

Ilustración David Diez Canseco Ilustración David Diez Canseco Diez Canseco

David Diez Canseco, ilustrador de Ecos

“Las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la colectividad (…) enseguida (a estos, a los del vino) los callaban, mientras que ahora tienen el mismo derecho de palabra de un premio Nobel. Es una invasión de imbéciles”. Umberto Eco

Oscar Díaz Arnau, periodista

Después de leer sus inquietantes declaraciones (de Eco) se me ocurrió lanzar —irónicamente por Facebook— las siguientes dos preguntas concatenadas: ¿Me ayudan a elaborar una nota periodística?, ¿quién está de acuerdo con Umberto Eco cuando critica a las redes sociales y dice que “el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”?

A fin de cuentas, por alusión, los amigos virtuales tenían derecho a responder, aunque sea desde su infinitesimal espacio en el territorio de Face, al escritor, filósofo y semiólogo italiano que aprovechando su fama se había atrevido a considerar a los imbéciles con “derecho” a manifestarse por las redes sociales, cual si se creyesen premios Nobel. Porque algo de esto dijo también, con resonancia, Eco.

Lo que dijo

El contexto desde el cual habla o escribe Umberto Eco, autor de “El nombre de la rosa” y otros éxitos mundiales, no es el mismo que el nuestro. ¿O sí? ¿En qué contexto escribimos —nosotros y él— desde que Internet y sus redes casi, casi que gobiernan nuestras vidas?

Antes de continuar, para los que no han tropezado con esta polémica en los medios, el escritor dijo lo que dijo en una conferencia de prensa ofrecida en Turín, y dijo también otras cosas, por ejemplo esta, valiéndose de una figura tabernaria: “las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles que antes hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la colectividad (…)”. No quiso dejarlo ahí: “enseguida (a estos, a los del vino) los callaban, mientras que ahora tienen el mismo derecho de palabra de un premio Nobel. Es una invasión de imbéciles”.

A continuación quiso comparar a la televisión con Internet, siempre poniendo el foco en la cabeza de los usuarios; dijo: “la televisión había aprobado al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior”, el “drama de Internet es que ha aprobado al tonto del pueblo como el portador de la verdad”.

Finalmente, Eco profundiza, no se queda en la diagnosis y decide ir más allá hurgando en el papel que según él podrían desempeñar los diarios en este basto panorama de opiniones firmadas por “tontos” e “imbéciles”, vía redes sociales. En concreto, propuso que los periódicos filtren las informaciones de Internet, “porque nadie hoy está capacitado para entender si un sitio es confiable o no”. También planteó dedicarle al menos dos páginas a un análisis crítico de las páginas webs.

Retomando aquello del ambiente: ¿en qué contexto escribimos, él y nosotros? El contexto se ha ampliado y vuelto casi infinito, a tono con la globalización, la era de las comunicaciones y la elasticidad de las fronteras geográficas de la palabra oral y escrita, hace mucho ya lejos de la encorsetada hoja de papel físico. Lo que dice Eco en Turín reverbera —y toca, afecta— en Phoenix, Kuala Lumpur, Santo Domingo y en Tarija.

“Más allá de la corrección”

El belga Berti Lemmes es poeta, fotógrafo, psicólogo, abogado, cientista político y social y doctor en Filosofía. Estudió en universidades de Bélgica, Suiza, Italia y Estados Unidos, pero eso no importa tanto como el dato de que trabajó con Foucault, Levinas y Habermas, tres tipos nada tontos. Ya jubilado, vive en Sucre y —aclaración— utiliza las redes sociales para difundir sus pensamientos, ora en letras, ora en imágenes.

Para Lemmes, con la explosión mundial de lo que él llama “pseudo-información” en los multimedios, el nivel y la calidad de la información han disminuido. Y lo explica indicando que no hay más control sobre los contenidos, al mismo tiempo que el público en general no necesita —ni quiere— control de lo que opina a través de las redes sociales.

Con respecto a la preocupación de Eco sobre la verdad y, ante todo, su portador, Lemmes dice: “El solo hecho de tener 100 o más ‘likes’ en Facebook o una otra publicación totalmente idiota, le da un cierto grado de verdad que nunca debería haber tenido en tiempos pre-medios-sociales. Las aplicaciones, como Wikipedia, Google y otras, están fuera de control y más allá de la corrección”.

Como en el caso de Eco, a Lemmes parecería incomodarle más el rol del medio, de la red social, que la opinión en sí del tonto o el imbécil de turno; y es lógico, siempre será mejor hacer oídos sordos de las tonterías y las imbecilidades. Pero se mete con los derechos; el italiano dice: “las redes sociales le dan derecho de palabra a legiones de imbéciles…”, como si la democratización de voces en Internet le causaran molestia.

¿Sociedad de imbéciles?

Vicente Lozano, licenciado en Periodismo en la Universidad Complutense, redactor jefe de El Mundo en España, sostiene en un artículo titulado “Umberto Eco y los idiotas del Twitter” que el italiano no entiende ni a Internet ni a las redes sociales.

Y se explica: “La red supone la democratización de la difusión del conocimiento —de todo tipo de conocimiento— y de la información. En concreto, por Facebook, Twitter… circulan intenciones, deseos, críticas, aplausos, insultos, adhesiones, de ciudadanos corrientes, y también informaciones contrastadas y opiniones de medios de comunicación. No es demasiado difícil distinguir entre unos y otros”.

Por ahí también cuestiona: “Mientras que no entendamos que Twitter o Facebook son un reflejo —quizá el mejor que ha habido nunca— de la sociedad no seremos conscientes de hacia dónde caminamos”. Para terminar sentenciando que “por último, si para Umberto Eco las redes sociales generan una ‘invasión de imbéciles’, no hay que ir demasiado lejos para concluir que son los ‘imbéciles’ que hay en la sociedad. A lo mejor esa sociedad que todos, pero también el propio Eco, como líder de opinión, hemos contribuido un poquito a construir”.

Dos bolivianos

Para cerrar esta cuestión que tiene mucha tela por cortar, la opinión de dos personajes destacados en el arte, la literatura y el periodismo de Bolivia:

Ramón Rocha Monroy, reconocido escritor cochabambino, Premio Nacional de Novela, dice lo siguiente por Facebook: “Mamadas elitistas de Umberto Eco. Las redes sociales permiten que TODOS opinen, así a los “intelectuales” les parezca que tienen limitaciones. Yo NO estoy de acuerdo con Eco y pienso que las redes sociales son una enormísima democratización de la información, la expresión y la opinión pública”.

Mabel Franco Ortega, editora, periodista y prestigiosa crítica de arte paceña: “Así como hay quienes creen que los medios dicen la verdad, pues debe haber quienes atribuyen tal cualidad a ‘las redes’. Se equivocan si van por esa vía. Las redes abren las posibilidades de plantear, debatir, informar, informarse... Con la enorme ventaja de que siempre habrá, en las redes, la posibilidad de revisar y de responder, algo que con los medios tradicionales no es posible. Y de articular con la opción de movilizar, en el mejor de los casos. Por supuesto, esto demanda una actitud de sano escepticismo”.

Cecilia De Marchi: “Ser experto no libra de ser tonto”

Cecilia De Marchi Moyano, editora de “El Taburete editoras” en Cochabamba, opina a través de Facebook: “Estoy de acuerdo con Umberto Eco. Todos tienen derecho a dar su opinión, sin duda, pero no todas las opiniones valen igual. No todas tienen el mismo nivel de reflexión o proporcionan la misma información”.

“El uso de Internet”, prosigue De Marchi, “nos hace pensar que somos más inteligentes y estamos mejor informados de lo que realmente estamos. El resultado es que a veces se comparte información errada, se ejerce una violencia enorme hacia quien disiente y se opina sobre lo que se desconoce”.

Ella dice que “no es lo mismo ser tonto que sentirse tonto, y por otra parte tampoco es lo mismo no ser tonto que ser experto; creo que se confunden estas cosas. El hecho de que te sientas imbécil cuando no entiendes algo y recurras a una fuente válida, como tu calculadora, justamente demuestra que tienes capacidad de pensamiento crítico. Ser experto quiere decir tener mayor experiencia y conocimientos en una determinada área. Pero no libra de rato en rato de ser tonto: por que uno sea un crac en cálculo, no quiere decir que pueda dar opiniones sobre el manejo de una granja de conejos.

El Internet es una excelente fuente de información y educación donde se puede encontrar una gran cantidad de cursos gratuitos, herramientas de aprendizaje y de interacción con pares, etc. Pero a ratos olvidamos el lado oscuro de la fuerza, que tiene que ver justamente con el impacto inmediato y resonante de todo lo que se dice y hace, con o sin criterio, para bien o para mal, sea cierto o falso lo que se informa.

Un ejemplo pueden ser las teorías 'conspiranoicas' y la difusión de que todo producto farmacéutico es malo, que el cáncer se cura con limón y bicarbonato o que las vacunas producen autismo. El detalle es que al igual que una movilización en las redes puede tener un impacto positivo, como la Primavera Árabe o el caso de Renee Gurley, también hay el caso contrario. No lo creo bueno o malo: solo un hecho”.

Berti Lemmes: “Nivel y calidad de información han disminuido”

“Cuando Andy Warhol predijo que todos tendrían sus 15 minutos de fama, él no anticipó la explosión de los multimedios de comunicación y las redes sociales. Con esta explosión mundial de la pseudo-información, el nivel y la calidad de la información han disminuido exponencialmente porque no hay más control sobre el contenido y el público en general no necesita —ni quiere— control, de todos modos.

El solo hecho de tener 100 o más ‘likes’ en Facebook, o una otra publicación totalmente idiota, le da un cierto grado de verdad que nunca debería haber tenido en tiempos pre-medios-sociales.

Las aplicaciones, como Wikipedia, Google y otras, están fuera de control y más allá de la corrección.

Cualquier idiota puede escribir una contribución, que describe los logros de su amigo o vecino igualmente idiota, y una vez que ha aparecido en Wikipedia se ha convertido en ‘verdad’ y comienza a vivir una vida propia y logra un estado de ‘la realidad’.

Cuando al deterioro total del contenido le añadimos el deterioro de la lengua utilizada, solo podemos mirar con disgusto el efecto que los medios de comunicación social tienen en el nivel intelectual de la mayoría.

Cuando inició, todos pensamos y esperamos que el acceso global a la información y un libre intercambio de conocimiento conduciría a un mayor nivel de pensamiento y de conciencia, pero no nos dimos cuenta de la psicología de autocomplacencia de las masas, que no están y no estuvieron nunca interesadas en elevar el nivel de su educación.

Mis colegas en el mundo académico y yo teníamos la esperanza de que con el fácil acceso al “conocimiento” en general, el nivel de inteligencia y de conciencia social aumentaría. (Pero) ¡Ha sucedido lo contrario!

En las escuelas en toda Europa la llamada ‘democratización’ de la educación ha bajado los estándares al nivel de los 'más débiles' (más estúpidos) en la clase. De eso ha nacido la “cultura del copiar-pegar”, donde la gente escribe textos sin: 1) comprobar la exactitud de la información; y 2) entender correctamente el contenido total de su contexto.
Esta cultura, creada sobre las inconsistencias de contenido, también crea inconsistencias en vocabulario y gramática, generando tonterías de pacotilla”.

Algunas opiniones en Facebook sobre las aseveraciones de Umberto Eco acerca de las redes sociales

Wim Kamerbeek-Romero: Yo estoy de acuerdo, pero no le atribuiría una noción socioeconómica a “pueblo”. En Bolivia, el “tonto del pueblo” pertenece a la clase media, por su mayor (y mejor) acceso a Internet y educación, que además no son los mejores en la región (…). Pienso que partir de la democratización de la información en redes sociales y estar de acuerdo con eso, es partir de lo obvio. Creo que nadie puede estar en desacuerdo con que las redes sociales ayudan a la opinión pública, al debate y a la libertad de expresión. Pero, fuera de tintes elitistas, habrá que pensar también en qué medida, en un país como Bolivia, esa libertad de expresión y/o democratización de la información permiten que el ciudadano acceda a esa vasta información con o sin una perspectiva crítica y de racionalidad para hacer qué con lo que se accede; y por otro lado, qué puede hacer ese ciudadano con su actuar en redes sociales (…)

Hernán Maldonado: Más tonto es el que cree lo que escribe el tonto. “By the way”, la universidad dejó lo académico por lo folclórico. Más importante que la investigación es averiguar de qué nos disfrazaremos en la próxima Gran Entrada Gran...

Jhonny Peñararanda Subia: No sé qué es mejor, que sin en las redes sociales el denostado “tonto del pueblo” duerma en la invisibilidad o quede aplastado por la hegemonía de los mass media tradicionales para no ser interpelados, cuestionados, observados o “reemplazados”. Las redes sociales, mal o bien, son la plataforma desde la que muchos “tontos de pueblo” incomodan al sistema, asustan e inquietan al periodismo y los medios de información. Las redes sociales exigen reconfigurar y reinventar los papeles sociales de los medios comunicación, el discurso político, los alcances y democratización de las tecnologías. Es un importante tema a debatir...

Mirko Orgaz García: Habría que leer: “los que afirman que las redes sociales han desnudado el poder posibilitando la participación ciudadana”. Yo estoy de acuerdo con esa tesis: la promoción de la (verdadera) participación en las redes sobre los asuntos públicos vedados por los medios tradicionales. Eco, estimo, no se refiere a eso.

Iván Arandia: Creo que, esencialmente, el verdadero problema radica en la “infoxicación” que parte del proceso de democratización tecnológica, por lo que no debe culpabilizarse al “tonto del pueblo”, pues este tiene tanto derecho como todos de opinar. Lo importante es desarrollar nuevas destrezas para “separar la paja del trigo”, saber distinguir lo que es digno de ser leído y descartar lo demás, sin por ello denigrarlo.

Mery Vaca: No hay que hacerse Eco de Umberto.

El artículo ha sido publicado originalmente en:

http://www.correodelsur.com/20150719/ecos/de-imbeciles-y-tontos-del-pueblo

 

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