Entre noviembre de 1999 y abril de 2000 la ciudad de Cochabamba vivió una de las luchas sociales más emblemáticas de la historia boliviana reciente: la Guerra del Agua. El conflicto se inició en el gobierno de Hugo Bánzer, como respuesta a su intento de privatizar los servicios de suministro del agua, y concluyó con la expulsión del país del consorcio Aguas del Tunari, liderado por la multinacional Bechtel Groups. Quince años después, el acceso al agua en la ciudad jardín de Bolivia es restringido y el Servicio Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (Semapa) no ha podido solucionar las serias limitaciones, especialmente en esta época del año. Estas últimas semanas, por ejemplo, algunas Unidades Educativas de zonas periféricas se quedaron sin la provisión.
Mijail Miranda Zapata/Cochabamba
Según informes de Semapa, los niveles en las represas de Wara Wara y Escalerani disminuyeron considerablemente y será necesario implementar un plan de racionamiento para mitigar las carencias. No obstante, afirman los expertos, las reservas sólo garantizan el suministro hasta diciembre; si no llueve en los siguientes meses, la situación podría tornarse crítica. A este panorama se suma el siempre inconcluso proyecto de Misicuni (una represa que solucionaría en gran parte la problemática), anhelo cochabambino que lleva décadas en espera.
De madrugada. Vecinos de Villa Loreto, en la zona sur, deben madrugar una o dos veces a la semana para recibir agua en recipientes improvisados. “Nos dan menos, pero la factura sigue siendo la misma de otros meses”, reclama Dalcy López.
Escaso suministro. En la zona noroeste de la ciudad el panorama es similar. Reciben el preciado líquido dos veces por semana. "Las familias que más sufren son aquellas que no tienen tanques o pozos (de reserva)", cuenta una vecina del barrio Sarcobamba.