Martes, 12 Abril 2016 16:08

La marcha desde mi ventana

La marcha desde mi ventana www.123rf.com

Yo, desde mi realidad cotidiana de persona con capacidades diferentes, desde mi vivencia en carne propia de buscar un empleo y que me miren de pies a cabeza pensando que debe faltarme un tornillo por atreverme a hacerlo, temo que llegar a un acuerdo sea utópico. Y lo digo cuando sé cuánto me cuesta vivir por falta no de ganas ni de ideas, sino de dinero. Quisiera ganármelo, pero las condiciones afuera me lo niegan.

Ramiro Jáuregui es un boliviano

Tengo 51 años y soy un hombre promedio en todo: tengo estatura promedio, peso promedio, inteligencia promedio y una capacidad afectiva promedio.

En enero de hace 15 años, a raíz de un accidente automovilístico en plena ciudad de La Paz, cuando iba del centro al sur en un radiotaxi, sufrí un trauma cráneo-encefálico que devino en un accidente cerebro vascular. Estuve en coma, morí por unos minutos: pero finalmente sobreviví, aunque con secuelas: ataques convulsivos que comienzan con un desmayo, como en la epilepsia. En uno de esos desmayos me destrocé una vértebra lumbar y una cadera. Ahora sólo veo con un ojo, escucho con un oído, tengo sólo un lado de la cadera funcional, un solo pulmón funcional, tengo una afasia muy severa, es decir que no se entiende lo que hablo, no tengo equilibrio y sigo sufriendo ataques convulsivos.

Desde mi casa, donde permanezco casi todo el tiempo, sigo lo que está ocurriendo con la marcha de las personas con capacidades diferentes y las respuestas del gobierno boliviano.

Por un lado, entiendo la esperanza de quienes se movilizan: con 1.000 bolivianos para cubrir un año de gastos es imposible subsistir. Por otro lado, como tengo mucho tiempo para pensar, me doy cuenta de que será difícil sostener una renta de Bs 500 al mes...

Veo previsible lo que va a ocurrir en esas famosas “mesas de trabajo” que seguramente van a instalarse. El gobierno presentará algunas ideas sobre salud ocupacional, es decir, ofrecerá enseñar a trabajar a las personas que están afirmando que no es justo que las marginen de tener una vida digna. Por lo tanto, la propuesta provocará un rechazo y así pasarán los días.

Yo, desde mi realidad cotidiana de persona con capacidades diferentes, desde mi vivencia en carne propia de buscar un empleo y que me miren de pies a cabeza pensando que debe faltarme un tornillo por atreverme a hacerlo, temo que llegar a un acuerdo sea utópico. Y lo digo cuando sé cuánto me cuesta vivir por falta no de ganas ni de ideas, sino de dinero. Quisiera ganármelo, pero las condiciones afuera me lo niegan.

Dinero para movilizarme por la ciudad adecuadamente. ¿No hay? Entonces transporte público adecuado. Y así con todo.

Pienso que tanto el gobierno como la opinión pública han generalizado un preconcepto y es el de creer que todos los “discapacitados” somos una especie de raza distinta o que nos buscamos esa discapacidad. No es cierto: todos tenemos algún tipo de limitación y aun quienes son “normales” en un momento, al otro pueden pasar a ser “anormales”.

También veo que la opinión pública y el gobierno creen que somos unos deficientes mentales, manipulables, manejables. Falso.

Hay tanto que cambiar en Bolivia. Yo no puedo aportar directamente a ese cambio, mis condiciones físicas no me lo permiten porque el país no facilita mi participación; por eso, desde mi encierro obligado sólo me resta esperar las partes en conflicto se entiendan para sentar bases de un cambio que vaya en beneficio efectivo de tantos bolivianos.

 

Visto 2108 veces Modificado por última vez en Jueves, 14 Abril 2016 11:44
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