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No me hablen de fútbol
¿Y a qué equipo le apuesta para el mundial?”, me desafía sonriente el chofer del taxi. Yo dudo un poco y, en vez de soltar un “España” o “Argentina” que podría salvarme de la situación, decido salir del closet. “A ninguno: no me gusta el fútbol”. El rostro del chofer pasa de la sonrisa afable al desprecio, casi al asco. Prefiero ni imaginar lo que piensa, pero él empieza a indagar: “Ah, por eso está subidito de peso, porque no practica deporte”. Claro, como no me gusta el fútbol, soy gordo. Castigo divino.
En ese momento recuerdo por qué he optado por usar grandes audífonos, vistosos; son una señal para que no me hablen desconocidos en un medio de transporte. No me creo más que los demás ni soy un antisocial, simplemente me molesta que me envuelvan en dilemas de fútbol que no me interesan. Y aunque cuando me piden mi opinión sobre un partido les diga respetuosamente: “No tengo idea, no sigo el fútbol”, igual me explicarán lo importante que es ese resultado para que Dios sabe qué equipo pase a Dios sabe qué fase. Me interesa tanto como saber el resultado de un encuentro intercolegial de ping pong en China.
A veces hago el esfuerzo y les sigo la corriente: “Qué grave, ¿no? Hay que meterle ganas”, digo para salir del paso. Y funciona. Porque la gente no quiere una cátedra de balompié ni un análisis de la situación actual; simplemente, hablar del tema que adoran y mostrar lo sabios que son al respecto.
Pero a mí no me gusta el fútbol. Ni un poquito. Nada. Y, pese al intento de muchos, no me gustará. He soportado el bullying colegial y familiar, he sido el último, siempre, en ser elegido para jugar un partido que no me interesa, y me ha tocado el rol del defensa que no toca la pelota, el de inútil, el del engranaje descompuesto. No es que no entienda este deporte, como quieren explicarme los otros; simplemente, no me despierta interés alguno, menos pasión.
¿Odio el fútbol? ¿Quisiera que desapareciera? Claro que no, es una faceta del ser humano que nunca entenderé, como no entenderé que la gente no se queje por entradas que cuestan cientos de bolivianos para un cotejo y en cambio reclamen que 40 bolivianos para el teatro es muy caro. En esos momentos, fantaseo con vivir en un país como Alemania, donde, estadísticamente, la gente va más al teatro que al estadio. Y eso que en ese país se juega buen fútbol, lo que les ha dado títulos mundiales. Pero me conformo con que no me hablen de fútbol. Con ignorar Facebook todo este mes de Mundial. Con seguir llevando a todo lado mis enormes y vistosos auriculares.
Por amor al fútbol
Y aprendí a amar al fútbol como esas masas anónimas que lo sufren, lo siguen y lo viven desde las entrañas, no porque mi aficionado padre me lo instruyera –ni siquiera eso– sino porque, eso sí, me acostumbró a respirarlo en cada etapa de mi vida.
Tengo dos hermanos varones y ellos fueron los primeros destinatarios de sus herencias futbolísticas (amor por Blooming, por River Plate, por la selección Argentina y un largo etcétera de nombres y figuras que hoy hacen parte de mi historia); pero yo, deambulando por ahí como quien no quiere la cosa, me fui apropiando hasta la médula de lo que leía en las infaltables revistas Goles y El Gráfico, con las que él llegaba quincenalmente bajo el brazo y devoraba para luego comentar a voz en cuello.
Fue inevitable. Cuando en Santa Cruz de finales de los 70 apareció la televisión, nosotros (cuatro hermanos) tuvimos que esperar –pegados a las ventanas de los vecinos que rápidamente adquirieron el mágico aparato– al Mundial de Argentina 78 para que don Osman comprara nuestro primer televisor. Y fue solamente cuando España organizó su primer Mundial, en 1982, que decidió que podíamos dar el paso a la tele en colores. Es que todo acontecimiento familiar estuvo invariablemente ligado al fútbol: desde las escasas pero no menos importantes glorias de nuestro Blooming, hasta la gloriosa clasificación de Bolivia al Mundial de EEUU 94, justo cuando esperaba a mi segunda hija.
Así, aprendí y aprendimos todos, que el apoyo a tus colores no se negocia, aún en la derrota y que hay que hacer la vista gorda con las inequidades porque el fútbol es siempre poder y de los poderosos. Pero, claro, eso no quita –más bien sazona– que se mantenga la esperanza, la utopía, siempre viva, de llegar a la victoria… Con todo y por eso es que adoro el fútbol.
Roberto Aguirre:
“Me tomo la libertad de agregar la opción D) Sin él, tendríamos un mundo menos divertido. Yo lo practico y me gusta porque es un juego fácil y entretenido. Verlo, en los estadios o la Tv, entretiene. Alegra o enoja, según tus afectos y desafectos. Como periodista deportivo, aprendí que crea polémica, entonces, los que lo siguen no pueden permanecer indiferentes. Volviendo a las opciones del cuestionario, el fútbol no es insufrible. Puede tener 90 minutos de paraíso...pero también de infierno (relato incluido). Finalmente, sin fútbol, el mundo no sería igualito”.
José Gary Áñez:
Ceci Ibáñez:
Óscar Díaz Arnau:
El fútbol es de machos pero, como el mundo anda de cabeza, ya ni siquiera la virilidad, en su expresión más rígida, se mantiene firme. La mujer ha puesto en evidencia al hombre vencido, que con el arco roto se deja golear por el sexo opuesto en las graderías de nuestros padres. Esto es el acabose. Ha caído el último bastión de la masculinidad, el reducto sublime de la independencia varonil; ¡ay!, que duelen los pases perfumados de jazmín, el dribling quebradizo, la artera sensibilidad en la raya del fondo.
Machos, ni qué decirlo, eran los de antes. El macho, hoy, tranquilamente puede ser una mujer, la “mujer macho” que entiende el fútbol mejor que su fláccida contraparte. Habremos de sospechar, machos machos y machos hembras, del hombre al que no le gusta el fútbol. ¿En qué momento y con el permiso de quién se sacó esta oveja descarriada la camiseta que le colocó su padre el día de su nacimiento? Macho menos, macho cabrío, alguna vez te enseñaron que el escudo del club se lleva tatuado en el pecho, que no hay amor más sagrado que al trapo ni goce mayor que la derrota del eterno rival.
Macho rosa, cómo decirte ahora que la pelota no se mancha. Que al árbitro se lo putea. Que se silba —por lo que sea y como sea—; que se alienta hasta en los peores momentos y se sufre, pero con hombría.
Cómo enseñarte, ahora, que el fútbol es de machos, muchacho. De cuando los machos machos eran los de antes.
Jorge Siles:
Para mí, una mujer a la que le gusta el fútbol es normal. ¿Por qué? El fútbol, con el transcurrir de los años, ha adquirido una especie de multidimensionalidad que va más allá de lo deportivo. El fútbol tiene que ver con el dinero, con el patriotismo, con la música y la fiesta, lo demuestra este mundial en Brasil; tiene que ver con la tecnología, con la unidad e incluso con la apariencia física de los jugadores. Varios elementos que me hacen pensar que es perfectamente normal que una mujer pueda disfrutar del fútbol por una o más razones de las que menciono. Habría que consultar con varias mujeres concretamente qué prefieren dentro de su gusto por el fútbol, quizá algunas apoya a un país o equipo en especial, otras estarán muy atentas a las caras y cuerpos de algunos jugadores, otras tendrán una tradición familiar futbolera en las venas y otras simplemente no quieren quedar fuera de toda la fiebre desatada. Incluso se me ocurre que otras se sienten felices sencillamente por el hecho de reunirse con su pareja, amigos o familia a gritar frente a sus pantallas por algo común. En fin, sexy no lo podría encontrar, de hecho, sería medio raro para mí que a alguien se lo parezca, y raro mucho menos, lo raro sería que se comporten completamente indiferentes.
María Cecilia Chacón:
Lo primero que debo decir es que toda opción cerrada es una trampa. Responder en cualquier sentido sería aceptar que las mujeres somos distintas de los hombres y legitimar los estereotipos y roles de género que se atribuyen en función de un “accidental” dimorfismo biológico. Afortunadamente, como ustedes, estoy segura: conozco hombres a quienes no les gusta el fútbol y mujeres apasionadas por este deporte. Algunas, además, son muy buenas jugadoras y esto desde mi punto de vista no les hace más o menos “sexys”, normales o rar@s de lo que cualquiera de nosotr@s es.
Lo segundo es que, ya que tengo “la pelota en mi cancha”, aprovecharé para vender mi charque, pues no puedo dejar de compartir con ustedes otras cosas que me preocupan y que se ocultan “detrás” del fútbol, como la cosificación de las mujeres o las millonarias (y por ende insensibles) inversiones de los gobiernos en infraestructura y servicios para estos eventos, frente a la contradicción que suponen los presupuestos miserables para educación, vivienda y salud de su población. Tampoco se pueden ignorar las denuncias de violaciones a los Derechos Humanos en la implementación de planes de seguridad, la explotación sexual comercial de mujeres y niñ@s, y otros que se revelan tímidamente en algunos titulares noticiosos frente al monstruoso aparato mediático que propagandiza el mundial y que a ningún hincha, o no, debería dejar de preocupar e indignar.
Finalmente confieso que aunque no me gusta el fútbol, me conmovieron dos episodios que se tejieron alrededor de éste. El primero, es ese partido que la URSS perdió 1 a 0 con Chile porque los rusos se negaron a jugar en un campo de concentración de la dictadura Pinochetista. La derrota más victoriosa y digna de la historia del fútbol. La segunda es la historia de la ejecución de aquel equipo ucraniano que se negó a perder frente a la Alemania nazi aun sabiendo que el precio de esa victoria serían sus vidas. Esos episodios muestran que este deporte, como otras situaciones de la vida, puede sacar lo peor y lo mejor de los seres humanos.
Maque Pereyra:
“Diría que es normal, entendiendo “lo normal” dentro de lo normalizado. El que el fútbol el “mayor deporte del mundo” es lo que nuestra sociedad ha normalizado y aceptado sin cuestionar nada al respecto. Lo raro sería que no fuera así, sería increíble y, para muchos imposible imaginar un mundo sin fútbol. En ese sentido, la mujer a la que le gusta el fútbol es alguien muy normal, si se pinta en la cara la bandera de su equipo o, mejor aún, si se pinta la bandera de su equipo en el torso desnudo; su comportamiento, sin duda alguna, está dentro de lo que se espera que alguien normal haga en nuestras sociedades locas por el fútbol”.
Pablo Ortiz:
No lo sé. Pienso en un deporte dominado por mujeres y no encuentro ninguno. Veo deportes practicados por mujeres pero moldeado por hombres, con tácticas masculinas y estilos masculinos que son adaptados a las mujeres. Pienso en fútbol de mujeres y su canon de bondad es cuán parecido juegan a los hombres. Sin embargo, lo que veo es siempre deportes moldeados por hombres a los que las mujeres tratan de amoldarse, salvo, tal vez, el nado sincronizado y la gimnasia rítmica. Supongo que si fuera un fútbol de verdad dominado por mujeres tendríamos tácticas más asociadas a lo fémino, como la sutileza, en lugar de la fuerza. Tal vez el fútbol total o tiki taka me gustaría más, sería más seductor y adoraría las celebraciones de gol a lo Balotelli y CR7, es decir, a torso descubierto (sí, hay espacio para el lugar común, qué esperabas). Si fuera un deporte dominado por mujeres igual sería pasión de multitudes, porque habría hegemonía femenina y no nos daríamos cuenta de ello.
Albanella Chávez Turello:
“No se puede pedir o reclamar el fin de un fenómeno tan masivo como el fútbol, sin embargo se pueden criticar sus bases. Si fuera el mismo reconocimiento para las mujeres jugando fútbol y que no se las llenara de estereotipos por atreverse a jugar con reglas que ellas no pusieron, el asunto sería muy diferente. Las bases del fútbol son el trabajo en equipo y la coordinación, algo para lo cual no se nos cría ni acostumbra. Creo que para empezar a ver cambios en las cosas que pasan en el mundo, tenemos que empezar a reconocer y ver qué pasa, y eso no sólo las mujeres, que ya es trabajo difícil, sino también los hombres”.
Puka Reyes Villa:
“Resulta que nací el año del Mundial de Chile –vaya sacando cuentas de mi añejamiento–, por lo que del primero que tengo conciencia clara es del primero que se jugó en México: junto a los álbums “Naturama” y “Enciclopédico” –me costó mucho convencer a mi papá de que me lo comprara porque se negaba a costearme un álbum “psicodélico”, que es lo que sus hipersensibles oídos le habían transmitido– apareció el dedicado al certamen azteca.
A regañadientes, mi viejo accedió a financiarme el llenado del mismo, tal como los otros progenitores hicieron con sus respectivos hijos y como, en calidad de padres, lo hacemos ahora con los nuestros.
Creo que el encanto de llenar estos álbumes ha adquirido un carácter de vínculo intergeneracional que pocas cosas, entre ellas el fútbol, pueden conseguir… vaya usted por las proximidades de las graditas de la Pichincha y le será difícil percibir quién está más entusiasta: si el padre que “acompaña” al hijo a conseguir las “figuritas” que le faltan o si éste, que anda tras la “clave” por la cual aquel tendrá que pagar una pequeña fortuna.
Mi hijo ya lleva tres álbumes completados con la complicidad de su viejo, aunque debo reconocer que este año fue más bien su madre la que se involucró en esta historia.
Hago estas consideraciones porque pasada las ceremonias de coronación del campeón y comenzada una nueva espera de cuatro años hasta la próxima –y así sucesivamente–, los álbumes mundialistas van quedando como el elemento con mayor cualidad evocativa, no sólo de cada evento, sino de nuestras propias vidas.
Yo, que no soy, en absoluto, un tipo nostálgico, puedo, a través de la mirada a estos cuadernillos repletos de caras de jugadores, actualizar con claridad pasajes de historias, propias y ajenas, que no tienen mucho que ver con el fútbol pero que sin éste se habrían perdido irremisiblemente.
Con mi hijo compartimos la pasión futbolera: ambos nacimos en año mundialista –él, en pleno Francia 98–, pero, además, ambos “año del Tigre” en el calendario chino y, por si fuera poco, nuestro corazones son aurinegros.
Y, mundial tras mundial, volvemos a buscar “la clave”, la clave de la felicidad…”
Fernando Figueroa:
Hay que admitir. A pesar de todo lo que significa el fútbol de la FIFA y sus marcas, es también parte de la historia de los pueblos. Se ha convertido en parte de la cultura y la identidad. Nuestros sentimientos, nuestras pasiones afloran cuando juega nuestra selección y somos uno, palpitando el nombre del país que nos vio nacer y gritando el gol a viva voz. Esta acción colectiva, que mueve multitudes y nos emboba –a los que nos gusta e, indirectamente y admitamos, a los que no–, nos atrapa en las redes del gol y estas, quedan plasmadas en épicas e históricas figuritas que nos ilustran los acontecimientos, los hechos, los detalles de los mundiales y sus sucesos. Hechos tan simples –características de la pelota y su peso–, como acciones tan complejas –diseño de los estadios, inversiones, etc.–, quedan registrados en los álbumes cada cuatro años, mundial tras mundial. Y no faltan aquellos fanáticos que buscan la figurita deseada, la figurita clave de sus jugadores, de esos ídolos y sus biografías. Se generan las búsquedas, los trueques o las compras, y es locura. No es una simple colección para los y las fanáticas del fútbol, es parte de una historia que, aunque no se esté de forma física en un partido oficial gritando el gol de su equipo favorito, más se puede tener un poquito de esa fiebre y todo lo que ella implica a mano como consulta y referencia de esa cultura mundial, el fútbol.
Wilmer Urrelo:
De todas formas, tampoco es una mala opción, porque un futbolista deja de ser alguien a los treinta y tantos, mientras que en el arte empiezas a ser un personaje, por llamarlo de alguna manera, a esa edad. En todo caso, creo que le iría mejor trabajando en la FIFA. ¡Ahí sí haría dinero!
Darwin Pinto:
“Si mi hijo me dice que le gusta el arte por encima del fútbol, lo celebraré con un abrazo, puesto que así me garantizo que tendremos al menos un tema grande para compartir, amén de otros mayores o menores. Pero celebraré más el hecho de que él tenga la confianza de hacerme saber sus decisiones, de compartirlas conmigo, puesto que así me involucra y así se comparte conmigo. A mí el fútbol me encanta, y si a él no, estaré conforme pues sabré que he criado a una persona que toma sus propias determinaciones sin el ánimo de querer hacer lo que hace para caerle bien a otro. Podré morir en paz y puedo decir que no viví en vano si fui un buen ejemplo y crié a alguien que, en el marco del respeto a los otros, no teme decir o defender lo que piensa .
Carlos Aragonés:
“Hoy se están pagando cifras en contraposición de la propia economía del mundo y eso sí me parece ridículo (referido a los cánones de pago a nivel internacional); pero se debe pagar una cantidad justa. El pagar una cantidad razonable, por un pase, es lo justo.
Roxana Pomier:
“Es absurdo. Sin lógica. En el deporte, es frecuente escuchar que un jugador fue traspasado de un club a otro por cifras millonarias. Inmoral, en un mundo de tantas prioridades. Pero como el fútbol, esta práctica no tiene lógica. Los futbolistas de alta competencia son comercializados por millones de dólares para alimentar a una maquinaria (llámese FIFA o clubes grandes) que atropella, que pasa por encima de sus sueños.
El futbolista de elite gana millones de dólares, pero es considerado viejo a los 28 años de edad y prácticamente está obligado a jubilarse a los 35 aproximadamente. En el “mundo del fútbol” el deportista es un instrumento, un bien perecible, desechable e intercambiable, al servicio de los amos del deporte. Los dueños de la pelota.”
Oscar "Puky" Gutierrez:
“Catarsis. Olla de presión que se abre. Boxeo oral dominical. No importa. Estoy absolutamente convencido de que lo que sucede en los estadios, es decir ese "¡Pateapateahijoeputapatachuecapiratacabrón!”, es la terapia de los pobres y de los tipos que, como yo, de vez en cuando tenemos que vociferar para recuperar el equilibrio zen que una semana de vida moderna le destruye a todos. De cierto os digo, "hay una paz de orden espiritual que le sucede al alma que, después de mirar con benevolencia al árbitro de turno, lo manda a la mierda a él... y a la puta madre que lo reparió". ¡Que viva el fútbol!
Pablo Michel R.:
El fútbol y el "Mundial" ya dejaron de ser deporte para lo que significa la palabra deporte.
Hoy es droga, estupefaciente y escapismo para que los seres humanos olvidemos nuestra realidad adormeciendo nuestros sentidos; como el caso de miles de habitantes haitianos que a meses después del terrible terremoto que sufrieron, prefirieron no atender a los organismos de ayuda internacional que fueron destinados a reconstruir sus casas, y sí “ver el mundial Sudáfrica 2010 a escondidas”.
¡A eso llamo drogadicción!
Y como cualquier droga tiene sus comerciantes, sus traficantes, sus proveedores, sus distribuidores… en el caso específico del "Mundial" está la FIFA y los medios mundiales y locales de comunicación.
Los seres humanos de cualquier latitud del mundo LLORAREMOS por un gol, una gran atajada o una clasificación "a siguiente fase", o por la copa en la final; pero permaneceremos inconmovibles por la gente que muere de hambre y en las calles, o por la delincuencia, o la corrupción en todos sus niveles, o por el paro y desempleo, o por las horas e incluso días extras que se trabajan pero no se pagan.
¿En qué clase de seres humanos nos estamos convirtiendo?
¿Esta es la lógica de vida que queremos dejar a las nuevas generaciones?
Yo soy un amante del fútbol, y desde “Argentina 78” no me he perdido ninguna versión de los “Mundiales”, con lo que además implicó coleccionar las “figuritas”, “recuerditos”, “camisetas” , música, etc., etc. Pero este “Mundial Brasil 2014” no lo veré… me perderé la “emoción”, los goles, las grandes jugadas… el “circo romano para el pueblo” de la antigüedad y del siglo XXI.
Pero tengo la total seguridad de que en julio (cuando se termine esta droga) me sentiré bien conmigo mismo por no haberla consumido.
Pero para los que sí la requieren, no deben preocuparse en lo absoluto cuando el “Mundial” termine… no nos sintamos tristes… pues ahora más que en ninguna época de la historia de la humanidad tenemos: Libertadores, Eurocopa, Liga de Campeones, Sudamericana, Liga boliviana, Copa española, Copa inglesa, Fútbol argentino, Copa América, etc., etc., … y nuevamente se viene “Eliminatorias” (con su ya clásico: "matemáticamente todavía se puede").
Droga y escapismo globalizado para olvidar nuestra realidad, para dejar de vivir nuestras vidas... y vivir la realidad de los messis, ronaldos, shakiras, maradonas, etc.; en uno de los ejemplos más patéticos y crudamente reales de suplantación.
Edmundo Paz Soldán:
Reconozco que tengo sentimientos encontrados, porque he estado viviendo tres meses en Brasil. Antes, disfrutaba el Mundial de una forma muy abstracta, sin pensar muy bien en el contexto en el que podía desarrollarse. Pero estando en Brasil, me he dado cuenta de que el Mundial puede ser una anomalía. Porque, cuando se definió esta sede, fue en un momento de euforia económica en Brasil, cuando su economía crecía a un 10%. Y ahora que se ha frenado, hay todo un debate, que me ha parecido muy pertinente, acerca de cuán necesarios eran ciertos gastos para la realización de éste. Eso atempera el entusiasmo que siempre he tenido por un Mundial de Fútbol, que, para mí, es una celebración del estado de las cosas de un deporte que considero también un arte.
Steve Nathe:
En mi tierra (EEUU) hay un dicho: el fútbol es el deporte del futuro y siempre lo será. Pero el hecho de que hayamos auspiciado el Mundial en 1994 y que tengamos un equipo jugando en Brasil indica que quizá este futuro haya llegado. Por un lado, entiendo a los hinchas y su fanatismo. El director de mi colegio en Chicago era un alemán con un hermano semiprofesional jugando fútbol para el Chicago Sting en los años 70. Él fundó un equipo en nuestro colegio cuando ningún otro de los suburbios de Chicago lo tenía. Es decir, conozco lo que nosotros llamamos “soccer” (fútbol de asociación) desde mi juventud.
Fui a ver mi primer partido latinoamericano en Cochabamba en 1993. En aquel tiempo estaba aprendiendo español; la dueña de la casa donde vivía me preguntó si me había gustado el partido y le respondí:, “¡Sí señora, me quedé tan excitado!” Pero no era simplemente un error de palabra, era una mentira también. Casi me dormí de aburrimiento mirando a los jugadores de Wilstermann correr de un lado de la cancha al otro por dos horas sin meter un solo goooooooooooooooool. Estaba imaginando que hubiera sido mucho mejor pasar mi tiempo caminando por La Cancha, comiendo patitas.
Habiendo vivido en La Paz durante ocho años, sigo boquiabierto mirando y escuchando a los fanáticos de Bolívar y The Strongest tocar sus bocinas y gritar después de los clásicos. Es como imaginar una batalla entre Homero Simpson y Pedro Picapiedra, ambos perdedores. Antes de que vengan a prender fuego a mi casa, admito que vengo de un país donde pasamos horas incontables mirando a hombres intentando golpear una pequeña pelota con un palito. Pero en nuestra defensa, por lo menos hemos aprendido a practicar deportes en los cuales se puede usar las manos.
Ni mencionar el significado de los nombres en inglés:
- Messi = sucio y descuidado
- Maradona = una versión varonil de Madonna
- Ronaldinho = hijo menor de Ronald McDonald
- Neymar Jr. = nieto de Julie Newmar (Catwoman)
- Kakà = ¿auspiciador de Huggies?
Cuando leo un titular en el periódico del tipo “Kakà humilla a Messi”, caigo en el piso de risa.
Admito que veo los mundiales, pero sólo por nacionalismo. Me gusta ver los partidos de Alemania, Brasil e Italia porque me gustan sus países y porque me gusta tomar unas buenas cervezas, unas caipirinhas o una botella de vino espumante mirando los partidos con mis amigos extranjeros. Pero lo que más me gusta es ver a cualquier equipo derrotar a Argentina porque odio a sus arrogantes comentaristas pelotudos en Fox Sports. ¡Eso sí me encanta!
Danna Galán:
Mi pasión por el fútbol se fortalece a mis diez años; nace de una historia familiar de resistencia a los colores celeste y blanco que vestía mi tribu para asistir a cualquier cotejo de Bolívar. En esa presión de ir juntos a gritar y apoyar al equipo celeste salió mi Tigre desde el fondo de mi corazón, y entonó por primera vez mi identidad futbolística libertaria: “Viva el tigre… déjenme en casa en paz”. Y empezaron las persecuciones y peleas de rivales después de cada resultado de algún clásico o partido jugado por uno de los equipos. Tenía que empaparme de todos los movimientos de The Strongest, ir a los partidos, tener amigos y “amigovios” tigres para aprender mucho más del asunto. Entonces el fútbol me enamoró, me sedujo, pues ya no era solamente goles, energía y fuerza, sino también goce, placer, cuerpos. Y para que dar largas: la sensualidad y el erotismo del fútbol me conquistaron.
Continuó mi búsqueda y descubrí un mundo de códigos, lenguajes y pasiones conectados a la cultura del fútbol, mucho más cuando radiqué en Brasil en los años 80, cuando el fútbol se convirtió en la posibilidad de unirme a la cultura brasileña. Mis primeros amores eran desde hinchas “fanáticos” hasta futbolistas; desde cuidadores de campo hasta directores técnicos…: qué bien la pasé.
Pero el fútbol, hay que decirlo, es un desfile de machos, de gladiadores del fútbol que en algún momento temen exteriorizar sus deseos internos. Pero, dentro de esa fachada,lo bien que la deben pasar disfrutando de sus cuerpos. Más aún, sería ingenuo pensar que dentro de ese universo no existan hombres homosexuales. Ahora que la visibilidad identitaria es otra cosa, para muchos la discreción puede ser una estrategia de pasarla mejor todavía.
Fuera de los ámbitos profesionales, hay iniciativas que reivindican el fútbol como un deporte en el que la discriminación no tiene cabida. En Brasil, la misma agenda del orgullo gay tiene entre las actividades más concurridas, especialmente en Uberlandia (Minas Gerais), los partidos de fútbol “drag queen”, un espectáculo de drags en tacones altos disputando la copa “Fraternidad”. Familias de drag queen, como la Familia Galán en Bolivia, disputaban el campeonato con otras familias “drag”. Todas detrás de la pelota y de la fama. Los ingresos de este evento se han invertido en casas de retiro de las personas viviendo con VIH Sida de esa ciudad. Y sí, se pueden hacer buenas acciones a partir de la pasión por el fútbol.
Disfruto del fútbol, especialmente de los mundiales como el de Brasil 2014, aunque discutir sobre el monopolio de la FIFA, el poder económico y negociados que genera el fútbol es un tema importante de análisis y crítica. No puedo olvidar cómo viví eufóricamente los mundiales de España 82, México 86, Italia 90, Estados Unidos 94, Francia 98, Corea del Sur y Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Y éste de 2014 que despierta mayor pasión todavía por mi conexión afectiva con ese hermoso país que me enseñó sobre fútbol.
En muchos lugares del mundo seguramente flameará la bandera del Arco Iris (símbolo del Orgullo TLGB) al lado de la bandera de su país en competencia; el Arco Iris abraza al fútbol, el fútbol abraza al Arco Iris.
La Pública ha colocado el termómetro y la ciudadanía ha aceptado, entusiasta, a marcar los grados o a colocar paños fríos.
En todo caso, la encuesta y los argumentos confirman que el fútbol es una gran cancha en la que se puede medir a qué juega la sociedad, para bien y para mal.
























































