Al final de la Avenida del Libertador, en la entrada de Obrajes (frente a la estación Libertador del teleférico), tres obreros usan sierras y sogas para matar al último de los árboles de toda una hilera, los que habían crecido pese al vaciado de cemento que bordea la acera. Fue el regalo en vísperas de la efeméride paceña para una ciudad que necesita reconstituir el equilbrio entre las obras de fierro y concreto y naturaleza.
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